Cicatrices
de la pandemia

En poco más de año y medio de convivencia con la covid-19, millones de latinoamericanos de clase media han perdido la calidad de vida y el bienestar alcanzado con años de sacrificio y han tenido que apretarse más que los de otros estratos socioeconómicos. En general, no les llegan las transferencias monetarias que reciben los más pobres ni los subsidios a la nómina destinados a los empresarios. Por ello han debido recurrir a los ahorros en el sistema pensional —si los tienen— o acudir al rebusque, a los oficios temporales y a las donaciones de terceros para continuar adelante.

Aún es prematuro medir el impacto de lo sucedido, porque las heridas están abiertas y las secuelas pueden tardar años en manifestarse. Pero es fácil anticiparlo desde las cifras, los testimonios de los afectados y las voces de expertos de ciudades suramericanas. Desde allí se cuentan historias atravesadas por el sufrimiento, en tres ámbitos que facilitan entender el retroceso causado por la pandemia: la pérdida de puestos de trabajo y la precarización del empleo; el deterioro de la salud mental y física y la creciente inequidad de género evidenciada en la sobrecarga de trabajo y el aumento de la violencia contra las mujeres.

Un equipo periodístico regional de nueve países y siete medios de comunicación elaboró un especial colaborativo que recrea la dura realidad de una clase media compuesta por 228 millones de personas que representan el 37,3 por ciento de la población de Latinoamérica y el Caribe ❧

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El duro escenario del trabajo en la pandemia

El continente latinoamericano pareciera siempre estar al borde de dar el paso al desarrollo o desbarrancarse a la pobreza. Su fragilidad se explica en gran parte por mercados laborales en los que la informalidad ronda el 54 por ciento, con la consecuente desprotección en salud, pensión y seguro de desempleo, entre otras garantías que sí brinda el contrato formal. La pandemia ha debilitado aún más ese escenario y amenaza con impulsar mayor precariedad en los nuevos puestos de trabajo.

Durante el primer año de la emergencia sanitaria, 26 millones de personas perdieron su empleo y 22 millones cayeron en la pobreza, aunque la cifra neta, según el Banco Mundial, fue de 4,7 millones, debido a que al mismo tiempo que se produjo la caída, 17 millones entraron a los estratos medios.

Las dificultades económicas y laborales golpean con fuerza a la clase media. No solo tiene que renunciar a un estándar de vida que le ha costado décadas conseguir, sino que debe gastar sus ahorros para costear su manutención. Las medidas gubernamentales han sido insuficientes y en la mayoría de los casos no fueron diseñadas específicamente para ayudar a este grupo poblacional.

Mujeres sobrecargadas

Si bien la mujer consiguió logros importantes en las últimas décadas, la pandemia de covid-19 ha significado un retroceso en términos de independencia económica y de realización de las metas personales. También ha traído un desbalance mayor en su carga de trabajo no remunerado. La sociedad ha normalizado el concepto de que los hombres pertenecen al ámbito externo y son proveedores económicos, mientras que ellas están circunscritas a lo privado y su función es cuidar de los demás, sin recibir pago.

La violencia de género es parte de la agenda diaria de los medios con un recuento que se ha vuelto casi imposible en algunos países. Opacados un tiempo por las cifras de la covid -19 las agresiones psicológicas y los feminicidios no se detuvieron, solo permanecieron en la sombra. Pero no todas las voces se acallaron.

Queda un largo camino por recorrer hacia la igualdad efectiva, la corresponsabilidad entre géneros y la convivencia sin violencia.

La salud, cenicienta en la pandemia

Desde que comenzó la pandemia, millones de personas en Latinoamérica atraviesan un largo camino de sufrimiento ante la falta de respuesta de los sistemas sanitarios. Se incrementaron la ansiedad, el insomnio y la depresión por el confinamiento, pero también porque se interrumpieron los tratamientos médicos, por la escasez de medicamentos y porque los costos de acceso han sido cada vez más difíciles de afrontar para una clase media golpeada por la crisis económica.

La región parece haber pasado lo más fuerte de la pandemia, a pesar de nuevos brotes y picos. Aun así, quedan serias afectaciones en la salud de las personas, más allá de los síntomas ya conocidos de la covid. Por la falta de atención, los pacientes de enfermedades crónicas como el cáncer llevarán una marca cuyo alcance tan solo conoceremos dentro de unos años. En otros casos, también difíciles de medir, deja una cicatriz en la salud mental. Ansiedad, insomnio y depresión crecieron por el confinamiento.

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